Para ser este un Universo de un esencial tan entrópico es de recibo reconocer que no adolece de ciertas misteriosas sincronicidades que lo entregan a uno a la reflexión, por lo menos durante, fácil fácil, tres minutos, quién sabe, puede que más... El mismo día que Café Cadáver publica su entrevista a Agustín Fernández Mallo en la que, más por azar que por ventura, acabé teniendo un algo que ver, me entero, también más por azar que por ventura, de que el autor de Nocilla Dream se ha llevado el finalista del Anagrama de ensayo de este año con Postpoesía. Hacia un nuevo paradigma. Más allá de los gustos y las preferencias de cada cual, está claro que este hombre se las está ingeniando para remover el lodazal literario patrio, y bien está que así sea, por mi parte no puedo sino aplaudirle... ¡Olé sus huevos afterpop! Y todo eso.
Respecto a la entrevista poco que añadir salvo que la leáis, coño... ¡ah! y, claro está, agradecer al buenazo de Luis M. Are el haberme ofrecido la oportunidad de haber podido dar forma a mis locuras en forma de tercer grado. Por supuesto, como no podría haber sido de otra manera, aunque las preguntas a Mallo no lleven firma, salta a la vista que mías son las seis que parecen el producto de la mente de un auténtico tarado...
Y ya que estamos, por no abandonar estas endogamias y egomanías nuestras de cada día que tanto nos hinchan el pecho y tan diminutos nos hacen, daros noticia de que en este mismo número de mayo del Café Cadavérico, aparece asimismo un poemo de este servidor, La Bestia de la Guerra, en el que procedo a la insana coyuntura de cagarme en el amor, mentarle la madre a la nocturnidad, también mearme en el jodido Asimov, y, cómo no, para no perder la costumbre, porculizar a esta Ciudad Muerta que me parió.
Y vale ya, me marcho a por un café y un emparedado de nocilla, que esta noche toca raid con bombas de uranio empobrecido...
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