De hecho, hubo un tiempo en que cada vez que Paco Umbral salía a comprar el pan la derechona de este país se ponía a temblar.
De
hecho, si la izquierda de este país tuviera un mínimo de imaginación, cosa que no, ya lo sé, pero ando en modo hipótesis, por poco más de la mitad de su presupuesto para corbatas podría haber mandado clonar a Umbral, y con la otra parca mitad
mandar al susodicho clon a comprar el pan.
De
hecho, si los dineros y las tecnologías no alcanzan para tanto, tampoco es
necesario clonar al gran Paco, bastaría con volver a reeditar este
libro, tal cual, sin cambiar una sola letra, sólo que actualizando los
nombres propios, cambiando los de aquel 1976 por los de este siglo 21, tan triste y desustanciado, no en
vano este país sigue siendo ahora mismo (ahora más que nunca) el mismo
barco a la deriva y la misma feria de la sinvergüencería que ya era
entonces.
De
hecho, si este lírico entremés tragicómico llamado España se ha
convertido en un eterno naufragio es porque en él las ratas, en lugar de
ser las primeras en abandonar la nave, se han dado cuenta de que es más
rentable hacerse con el timón e ir parcheando cuidadosa y selectivamente
las vías de agua, que el barco nunca termine de hundirse pero que al
mismo tiempo no deje de hacerlo... Y en el entretando, por supuesto, la
bodega llena de esclavos, que siga remando. Y pagando.
De
hecho, y no en vano, aquí se gritó a voz en cuello aquello de ¡Vivan
las caenas!, y es porque dentro de cada español, y el bueno de Umbral lo
sabía, hay un pequeño derechón luchando por salir. Salir y pedir su sobre...