Resistencia en el flanco débil

enero 07, 2012

Violent Drive in Barbie World


Drive (2011) de Nicolas Winding Refn                                                                                                 

En lo que respecta a Drive, gran parte de la crítica ha señalado, no sin razón, los claros puntos de contacto que el film del realizador danés observa con Le Samaouraï (1967) de Jean-Pierre Melville y The Driver (1978) de Walter Hill la sombra de Heat (1995) de Michael Mann también es alargada, mientras la influencia de un film, tan distante a priori, como Days of Thunder (1990) de Tony Scott, permanece inexplorada. Allá donde la película del pequeño de los Scott ponderaba el éxito de lo mundano, narraba la ascensión de un pobre tiñalpa a las más altas esferas del mundo de las carreras, llevándose de paso consigo a la chica guapa, en un universo, empero, en el que la evasión de impuestos era inconcebible y todo el mundo follaba en la postura del misionero, Nicolas Winding Refn nos muestra el reverso tenebroso de esa moneda, en el que el prototípico Ken, noviete de la muñeca Barbie, se pone hasta las cejas de sangre y masa encefálica salpicada, en su trágica y violenta inmersión en los bajos fondos californianos. Todo el film de Winding Refn, de hecho, es una reducción al absurdo de la estética videoclipera y los estilemas american cool que hacían del film de Scott una especie de Gran Menú Super Whopper del american way of life. 

Ryan Gosling es tanto o más guapo y cool que Tom Cruise y conduce inclusive mejor, pero no es suficiente, no como para triunfar o quedarse con la chica, no al menos en un universo en el que la evasión de impuestos o la postura del misionero son poco más que la parte menos vistosa del menú. Sólo una mentalidad europea podía orquestar este discurso en lenguaje e imágenes netamente americanos para lanzarlo después en forma de asesino boomerang: tal vez vuestras hamburguesas son las más vistosas y se antojan muy ricas... pero están podridas hasta el tuétano.

Drive es, en suma, un NeoNoir de diseño extremo, un flamante deportivo tuneado con el más exquisito y a la vez más hortera de los gustos, sólo con el fin de estrellarlo contra el muro del fracaso del sueño americano. Drive no es conducción sino pulsión. Pulsión violenta. La asunción de que en el mundo real, lejos de las pizarras y las matemáticas, a toda acción corresponde una reacción aún de mayor magnitud pero en sentido contrario, y así sucesivamente e in crescendo, sin vías de escape, hasta que no queda en pie ni el apuntador.

Andrew McChuffle: "Guapos, malos y motorizados" 
en Cuadernos del Chochicine, nº 356, enero 2012



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