Resistencia en el flanco débil

febrero 05, 2011

Qué hay de nuevo, Steppenwolf...




Mis problemas son todos ellos, del primero al último, más listos que yo, si no a cuento de qué iba a estar yo de esta manera, y es ésa una estirpe de inteligencia que no se refleja en los currículos, ni se ve en los ojos, está en las manos, porque si la mirada es el espejo del alma, entonces las manos hechas cisco y fosfatina y compota de carne humana, machucadas por el ácido de los días y la cafeína de las lágrimas, ésas, entonces sí, deben ser algo así como el inventario de nuestra inoperancia. Me miro las manos y ya no me reconozco más que en las derrotas, todos los agravios, a lo sumo me proyectan a la cara qué persepectivas de descenso me quedan por significar en este teatro, si es que queda alguna, aparte de las obvias renuncias. El frío sigue siendo también más o menos el que ha venido siendo, sólo que yo estoy otra vez más delgado que nunca, he perdido grasa y he perdido gas. Afuera amanece, lo que no es poco ni mucho, ocurre cada día, sobre todo si lo miras con esta mirada de ahora, huérfana de maravilla, a ojos de la que cualquier luz va a ser un prodigio tan ajeno. El padecimiento continuo, último y enésimo libro de poemas de Bukowski en Editorial Visor, me ha parecido flojo y además está mal editado, lleno de errores de concordancia y cagadas de las prisas y el poco o ningún celo profesional. Al parecer la solución de la industria editorial para capear la crisis está siendo abaratar costes internos y editar cada vez peor sus libros. Al lector, que es quien los mantiene en el ruedo, que le den mucho por el culo, está visto... Pese a todo, como siempre, hay algunos poemas o versos o cópulas de palabras que te rebanan el pescuezo como es de ley. Y cito: "La satisfacción entre estados de angustia es el elixir / de la existencia". Y bueno, de un lado está esta verdad y del otro puede andar, por ejemplo, al arte imbécil de la dialéctica, ése que dicta que si dices que tus problemas son más listos que tú en lugar de decir que tú eres más tonto que todos tus problemas, entonces da igual lo burro que seas, has ganado la partida, jaque mate, te puedes colgar la medallita del día e irte a la cama sonriente y sin peligro en los huesos, dándote palmaditas en la espalda... Pero ve con tiento, ni se te ocurra mirarte las manos o vas a caer desde muy alto. Las manos llevan la cuenta. Las manos no se equivocan.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Las manos que describes parecen las de un aprendiz.

Con el tiempo, todo es cuestión de no rendirse, las manos de algunos aprendices se convierten en un único callo, curtidas por el trabajo y los elementos. Duras y de sensibilidad reducida, capaces de distinguir formas y tamaños, pero no las texturas más finas. Yemas de dedos que no diferencian el terciopelo de la seda. Entonces ya son manos de oficial. Y cuando apenas puedan sostener las herramientas, agarrotadas y artríticas, entonces serán las admirables manos de un maestro. De un maestro cantero, por ejemplo.

Qué caro cuesta aprender.

Cuídate.