Eso, eso. En realidad te hartas de cosas así; este rebanarte día a día las pelotas. La mermelada de ciruela sobre la mantequilla (siempre preferiste la de melocotón); los tumultos de caterva esperando agónicos que se abra la puerta del metro para vomitarse como carne picada y podrida y vestida sobre la máquina de raíles horadadora de oscuridades (siempre preferiste haber nacido Trífido); mires donde mires un velo de zafiedad impregna el aire en una especie de rocío mucilaginoso y letal. Respira una, dos, tres veces y ya estás listo, empiezas a transformarte; como Jekyll, o no; como Hyde si es que hubiese ido un paso más allá, se hubiese ventilado entera una barrica de absenta rebajada con líquido de frenos. Roña humana que apesta por dentro y por fuera. Y quiere hacerte partícipe de su coyuntura vital en tanto que basural genético. Aproximan su cara a tu cara, siempre peor (por lo humana y por lo cercana) a mil alfileres en lo tierno de la uretra. Y no contentos con eso, te hablan. Te expelen en la mismísima jeta, tu mismísima pituitaria, informes sartas de sonidos articulados cargados hasta las trancas de guerra bacteriológica. ¿Cómo puede haber individuos que expulsen gases más mortíferos por la garganta que por el recto? Pues ahí los tienes... Son el paso que va más allá. El apocalipsis definitivo. Doctor Moreau desatado y perdido de la chaveta. Reíros de los anticuerpos, mofaos de los ultracuerpos: someteos esclavos a la tiranía de los roñocuerpos. ¡Coming soon! Dios no necesita televisión digital, mira constantemente el VideoCirco: Canal Atrocity Exhibition; sorbe hidromiel todo el rato, esnifa chocolatina en polvo y come nachos con la mano con que no se la pela... No estoy hablando de una maldita metamorfosis (jódete Kafka!!!), ni de una involución (jódete Ballard!!!) , es más bien una "transpestación"; dejas de ser una mierda para ser otra distinta. Que todo cambie para que todo apeste igual (jódete Lampedusa!!!), sobre todo si a mediodía has comido judías pintas. O acelgas. O un telediario... Pero te quedan el recato y la baturra sabiduría: ¿quién es el guapo que no apestaría a topillo de las marismas a poco que se lo propusiese?, esto es, ¿se dejase un tanto y otro poco?... Ahora bien, por lo que no pasas, por ahí ya no, es la falta de maneras. De estilo. De educación. Un mínimo común múltiplo de vergüenza. Seres que se creen en la potestad y la prerrogativa de abordarte e invadirte sin siquiera pasar por el sencillo y tan barato peaje de un "Disculpe usted (es mi intención mearme en su tiempo)", un "Hola, muy buenas tardes (venía a a ver si era posible timarle unos euros)", un "Perdona, pero es que (no vengo más que a cagarme en tus muertos)". De las hijoputadas no hay quien se salve, cierto, pero ¡ojo!, al menos con la putísima educación por delante, coño... Mi padre, mal rayo lo parta, siempre tuvo una cantinela popular para estas cosas mundanas: "Los buenos modos, Maruja, con sangre no, pero a hostias sí entran... Mira si no... SPLAF! SPLAF! PLATAF!!!!". Anda que no me cayeron chuflas... Y así sucedió que encajé una tras otra cientos de palizas hasta que aprendí a dirigirme al prójimo como es de recibo. De aquellos polvos estos lodos. Y estas pajas. De ahí mi chufflo nombre. De ahí, también, que tan a menudo te topes circulando por este puerco mundo —por un cerdo Dios sintonizado (jódete Rouco Varela!!!)— con interfectos pestosos y maleducados a los que propinarías una hostia tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra... y así hasta que al tipo lo llamasen Trinidad.
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