Empecemos por el test idiota del día.
Observen fijamente la portada de este libro durante treinta segundos. No desvíen la mirada. Ahora cierren los ojos... ¿Acaso no sienten ya subir el ataque epiléptico desde las honduras de su cerebro?... Pues bien, sabemos que el responsable de esta dantesca némesis del diseño la perpetró un tal Nelson Leiva. Lo que no sabemos es qué clase de alcaloides se metía, allá por los finales 70.
Observen fijamente la portada de este libro durante treinta segundos. No desvíen la mirada. Ahora cierren los ojos... ¿Acaso no sienten ya subir el ataque epiléptico desde las honduras de su cerebro?... Pues bien, sabemos que el responsable de esta dantesca némesis del diseño la perpetró un tal Nelson Leiva. Lo que no sabemos es qué clase de alcaloides se metía, allá por los finales 70.
El caso es que el verdadero milagro de este «Dimensión de milagros» es que yo alcanzase a acabar de leerlo en lugar de prenderle candela, que es lo que tenía que haber hecho no bien comenzado.
El
tema es que si ustedes han videado las pelis del gran Sergio Leone ya
saben que todas las cosas de este mundo se dividen en dos: los pellejos,
las espuelas, las novelas guarras, los hijosdeuncabestro... Pues los libros lo mismo.
Por
ejemplo: están los libros que son para ser leídos, ¿no? ¿Hasta aquí me
siguen? Pero luego están también los libros para que los lea otro... Y nos
los cuente después. Ese otro es por lo común un primo, un tonto, un
gilipollas, o sea, yo, que estoy aquí, alma filantrópica y tontalaba,
para contarles este libro infumable y salvarles de que cualquier día de
estos no vayan, la caguen, se lo lean, y viertan así por el sumidero lo
menos entre cinco y nueve horas hábiles de su patética vida.
Los
cataloguistas y demás encasilladores de la página dicen que este libro es «Ciencia-Ficción-Humorística-de-la-Buena». Así. Tal cual. Literal... Dentro de la
ciencia ficción hay un buen montonarro de libros que son del segundo
grupo, que son para que se los lea el otro, the other, el primo,
el gilipollas, pues eso, lo dicho, que se los lea el tonto y después nos
los cuente —total, por tonto que sea dificílmente lo va a empeorar—. Porque sí, en efecto, han acertado ustedes... Porque hay un
buen montonarro de libros de ciencia ficción —humorística y de la que
no hace ni puta la gracia— que están repletos de buenísimas ideas
escritas con el orto.
Por eso es mejor no tener que leer esos libros. Mejor que nos hagan un destilado y toda esa morralla que nos ahorramos.
Pero
ustedes, ojo, ustedes no digan esto que yo he dicho ni en público, ni
en casa, ni debajo del agua, ya que los fans fanáticos de la ciencia
ficcción son gente muy suya, muy de dárselas de adalides de la Razón y
de la Mente Abierta y Sensata, pero como les escuchen mentarles la madre
a su Hall of Fame de idolatrados escribas ya los veo mondándoles hasta el último de sus higadillos. Avisados están.
El
caso es que la mejor escena, la mejor idea de este libruno sucede
cuando Sheckley nos cuenta que Dios encargó este nuetro planeta Tierra a
un hacedor de mundos, una especie de Pepe Gotera del gotelé cósmico, y
éste le acabó edificando el albañal de mundo que hoy habitamos, lleno
de taras y de absurdos nonsenses. Cuando Dios le dijo: «Pero oye, tipo,
vaya mierda de mundo me has hecho, que está todo inundado, y la poca
tierra que hay está llena de selvas impracticables, de montañas
insubibles, de alimañas venenosas y sobre todo ¡de Gravedad! ¡Un montón
de Gravedad por todas partes, copón! ¡Todo se cae, todo rescuelga, todo
es una puta ruina por culpa de la
cochina gravedad!... ¡Y yo tengo que plantar en este bebedero de patos
que me has creado la semilla de una raza virtuosa de excelsos hombres —¡y mujeres!— a
mi imagen y semejanza, leñe!»
Y el Pepe Goteras de marras, todo pancho él, no le responde otra cosa que la siguiente perogrullada: «Es queee... Ya sabeusté cómo es esto...Emnnn... Las cosas son como son... Ej... Err... Las cosas son como todo...».
A lo que Dios, peripatético, imbécil, subnormal, responde: «¡¡¡Determinismo!!! ¡Claro! ¡Por supuesto! ¡Cómo no me había dado cuenta! ¡Gracias, gracias, caballero, muchas gracias por esta basura de planeta que me ha manufacturado! ¡Me lo quedo tal cual! ¡Servirá muy bien a mis virtuosos y excelsos fines!».
Y ya está. Éste es el chiste carajillero de «Dimensión de Milagros». Tal es el gran bromazo Sheckley: Habitamos un mundo de mierda en un universo de mierda porque a nuestro Dios mequetrefe y cabronaco le dio apuro pedir la Hoja de Reclamaciones...
No me dirán que no es para mear y no echar gota. Jajaja.
Ja.
Ay...
Y el Pepe Goteras de marras, todo pancho él, no le responde otra cosa que la siguiente perogrullada: «Es queee... Ya sabeusté cómo es esto...Emnnn... Las cosas son como son... Ej... Err... Las cosas son como todo...».
A lo que Dios, peripatético, imbécil, subnormal, responde: «¡¡¡Determinismo!!! ¡Claro! ¡Por supuesto! ¡Cómo no me había dado cuenta! ¡Gracias, gracias, caballero, muchas gracias por esta basura de planeta que me ha manufacturado! ¡Me lo quedo tal cual! ¡Servirá muy bien a mis virtuosos y excelsos fines!».
Y ya está. Éste es el chiste carajillero de «Dimensión de Milagros». Tal es el gran bromazo Sheckley: Habitamos un mundo de mierda en un universo de mierda porque a nuestro Dios mequetrefe y cabronaco le dio apuro pedir la Hoja de Reclamaciones...
No me dirán que no es para mear y no echar gota. Jajaja.
Ja.
Ay...