Hay que ser muy bueno en lo tuyo para sacarse de la manga una novela como Huérfanos de Brooklyn. Si además se da el casual de llamarse Jonathan Lethem y ser, en efecto, Jonathan Lethem, entonces eso es ya determinante. Al resto de mortales sólo le queda ponerse a leer. A maravillarse y carcajearse a mandíbula batiente. Porque sí, hay que ser muy bueno en lo tuyo para sacarse del magín ese personaje irrepetible que es Lionel Essrog, huérfano de Brooklyn, hombre de Frank Minna, aquejado de Tourette, cáustico fantoche, Philip Marlowe de pacotilla, lector impenitente, ingenuo de genio tan autista como solipsista y, finalmente —pero no por ello menos importante—, buenazo de corazón romántico y bonachón mil veces pisoteado. Decir que Huérfanos de Brooklyn, antes que una vuelta de tuerca a la géneo policíaco, es más una novela policíaca zurda, no viene a cuento —aunque sea cierto—, porque aquí lo en verdad importante, la literatura y la escritura de muchos kilates, son el discurso y el discurrir ecolálico de la conciencia de Lionel Essrog. No importa que a buen seguro el contenido de la mente de un afectado de Tourette fuese prácticamente intranscribible a páginas impresas. Lethem consigue que Essrog parezca verosímil, consigue convertirlo en narrativa. Consigue que funcione, no sé cómo demonios, pero vaya si funciona. La realidad y la medicina están de más.
Resulta difícil no recalar en John Kennedy Toole y su conjura de necios. Ignatius Reilly y Lionel Essrog te ganan el alma y la carcajada de la mano del patetismo enternecedor. Si la novela de Toole es superior a la de Lethem sólo se explica porque aquélla tiene toda una cohorte de personajes memorables mientras que Lethem sólo nos regaló a Essrog y su verborrea. Léanla, copón, sólo el primer capítulo ya tendría que analizarse en las universidades de un mundo que jamás será éste.
1 comentario:
Un placer caballero, un placer. Ya sabía yo que iba a disfrutarla. Y además de todas esas virtudes que Vd. señala mejor que bien esta novela contiene uno de los chistes más divertidos jamás contados sobre un pulpo y una gaita, que funciona la mar de bien en todas las situaciones.
Un abrazo
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